Hay cosas que te marcan desde pequeño y de las que uno no se da cuenta hasta que tiene una cierta edad. El artista, Óliver Sánchez Acosta, tuvo la suerte de nacer, como él apunta, en las medianías del norte de Gran Canaria, concretamente en el municipio de Firgas y desde su casa, si miraba al norte, advertía el inmenso horizonte azul del mar, la antigua costa de Lairaga. Si por el contrario oteaba el sur, apreciaba el verde y las montañas del Parque Rural de Doramas. Enamorado del mar y la montaña, no podría vivir sin ninguna de ellas. 

Partiendo de esa base, con este proyecto artístico, Óliver intenta hacer algo diferente, con la madera como base, combinado distintas técnicas y texturas en los fondos, buscando movimiento y dinamismo, en una obra estática, donde las luces y las sombras juegan un papel muy importante.